Lali Espósito
Angelical y topadora, a la vez, con cada una de sus elecciones
demuestra que es una chica con mucha actitud. Para ella, el cielo es el
límite.
Dice que si hubiera podido, habría usurpado el cuerpo de Michael Jackson para gozar en sus zapatos durante un recital. Pero esa doble identidad deseada e ilusoria tiene su contracara en otra: la realidad-ficción de la vida cotidiana. En estos días, mientras recorre el país con su primer disco y su show “A bailar”, tiene la sensación de que le implantaron un padre: “Subo a un taxi y el señor de 60 años me dice ‘Ah, vos sos la hija de Adrián Suar’”.
Suar fue su padre en Solamente vos, la tira de tevé que despegó a Lali del público teen y la exhibió cada noche frente a amas de casa, mujeres independientes, universitarios, abuelos y taxistas de 60. “Ahora tengo fans más grandes que yo –se sorprende–. Eso es nuevo, porque antes eran todos chicos”.
Otra vuelta de tuerca. “Durante el último año, mi vida se redujo a responder una cosa: ‘¿Es copado Suar?’. Es la pregunta de mi vida”. Cosmo: ¿Y vos qué respondés? Lali: Yo duplico la apuesta. Cuando me encuentro con conocidos de Adrián, les pregunto: “¿Cómo anda mi papá?”.
Ficción y realidad como una trenza indivisible en su camino. ¿Y entonces? ¿Ella quién es? ¿Malena, de Rincón de luz? ¿Marianella, de Casi ángeles? ¿Abigail Williams, de Las brujas de Salem? ¿Daniela, de Solamente vos? Para el público fue todas, pero para papá Carlos, para mamá María Laura, para sus hermanos Ana Laura y Patricio, o para Chela, del almacén de la esquina de Parque Patricios, siempre será Lali, o a lo sumo, Mariana. En su cuenta de Instagram, se autodefine con dos palabras: “Soy Lali”. No tiene conflictos con quién es. No hace terapia –“No tengo tiempo”–. Se siente Beyoncé arriba del escenario, pero cuando baja repite que no puede vivir sin el asado familiar de los domingos. Lo explica mirando a los ojos: “Tengo claro quién soy en la vida y quiero seguir siendo real. Para eso busco mis momentos de soledad, que son mi salvavidas, porque mi trabajo es abrumador. Todo el tiempo tengo la mirada y la opinión del otro sobre mí. Si no, te ojeás, estás cansado y no sabés qué te pasa”.
BESOS Y VERSOS
El ancla está segura. Sabe Lali que su camino de éxitos empalaga, pero también sabe que le sobran argumentos para sentirse terrenal. “No creo en el destino. Creo que soy yo la que lo voy forjando con esfuerzo”, remarca, seria, antes de aflojarse con el abrazo del actor Carlos Belloso, que la ve desde otra mesa y se acerca a saludarla. Y así como durante mucho tiempo voló en una alfombra mágica que no manejaba, ahora llegó el tiempo de aterrizar y decidir. Por primera vez en su vida, le dan la posibilidad de elegir a su galán para una comedia familiar que hará en Pol-ka desde mitad de año. O, al menos, ya escuchan sus preferencias. “Yo tiré nombres: me quiero chapar a tal y tal. Pero como voy a hacer de monja, no creo que haya besos hasta el capítulo 140”. No revela gustos. Tampoco menciona a sus galanes en la vida real, su novio desde hace cuatro años Benjamín Amadeo, o su ex Peter Lanzani. Y se despreocupa de una cuestión central: la estatura. “Soy muy baja, pero se soluciona con tacos. Además, los galanes de la tele son bajitos. Fijate Adrián Suar, mi papá, ¡es un corcho!”. Pero Suar –en su rol de productor– ya lo pensó, e intentará que sea Benjamín Vicuña quien enamore a Lali en la ficción.
El amor afuera de la tele es otra cosa. “En una época de mucha fama, salí con alguien que quiso hacerse el que no sabía nada de mí. ‘¿Vos de qué trabajás?’, me dijo. Yo sabía que me conocía. Empezamos mal. Pero cuando te enamorás, te enamorás. Con Benja (Amadeo) somos tal para cual, Tauro y Libra, como un imán, en todo”.
C:En este caso, la diferencia evidente no es de altura, sino de edad. L: Nos llevamos bastante, ocho años. Él tiene 30. Pero no se nota.
C: ¿Se notaba más cuando empezaron a salir? L: Claro, yo tenía 18, y él, 26. Eso, a papá Carlitos le jodió. Y mucho. Rigor de ese padre –entrenador de fútbol– que a los ocho años no la dejaba jugar a la pelota con los varones en el club Bristol de Parque Patricios, cuando a ella le brillaban los ojos por el Kun Agüero. El padre que discutió con ella hace poco: “Fue mi llanto más reciente”, confiesa. “Pero lo adoro, tanto como a mi mamá. Ella me enseñó a esforzarme y a buscar desafíos”.
MATCH POINT C: Esos desafíos te hacen feliz. ¿El último tatuaje es un homenaje a eso? L: Me tatué “Happiness”, porque la alegría es mi estado natural. Y me tatuaría íntegra, pero voy a hacerme uno más, y basta. Mirá si en algún momento tengo que hacer un desnudo o una película de época, ¿qué carajo tiene que ver un dragón en la espalda?
C: Eso se llama prioridad laboral. ¿Te da miedo quedarte sin trabajo? L: Este trabajo te llena de miedos. Por eso me preparo por si alguna vez no me llama nadie. No me preocupa eso, confío en mí. Me decían que si me abría de Cris (Morena) no iba a conseguir más trabajo. Ya ves, es mentira.
C: ¿En qué momento se detiene a pensar una persona como vos, que vive a mil? L: A la noche. Amo la noche, no entiendo el día. No sé qué es esto de la luz. Reflexiono, charlo con amigos, tomo un trago. Hay algo de la noche que me atrapa. Ahí me descubro. Pienso algo y lo escribo. Pero al día siguiente, cuando lo leo, digo: “¿Qué es esto? Estoy enferma de la cabeza”.
C: ¿Qué fue lo último que escribiste? L: Lo tengo acá. No tenía ganas de levantarme de la cama y lo escribí en el teléfono. Escribí “Para qué nacemos”. Empecé bien y después me enojé: escribí que cada uno tiene un rol, pero terminé diciendo que no me juzgues si no me conocés. Me pregunto esas cosas, soy recontraexistencial.
C: Vos, ¿para qué naciste? L: No sé bien cómo decirlo, pero siento que soy un medio para comunicar. Sea lo que sea. Siento que puedo expresar cosas que otros no pueden decir.
“Expresar”, dice. Y su mente rebobina doce años. Recuerda cuando se enteró de un casting y su madre le dijo: “Ni loca”. Y fue igual, porque su hermana la llevó en colectivo, a escondidas. Y se perdieron. Y entró a un casting equivocado. Y respondió cualquier cosa. “Me fui enojada, insultando por lo bajo y sin saludar”. Pero ya les había dejado sus datos. Y una semana después llamaron a su casa. Y su madre no entendía nada. Y ahí empezó todo. Casi sin darse cuenta, como un juego.
AQUÍ, EL VIDEO DE UNA PRODUCCIÓN A PURO RITMO.
http://youtu.be/ZIoU8FSfN-g
Por Federico Seeber. FOTÓGRAFO: MARCELLO MOLINARI.
Parece no darse cuenta
todavía. Entonces avanza. Y acelera sin darse vuelta. Como si hubiera
sido un juego saltar a la tevé a los 11, o una broma cantar en
escenarios del mundo a los 16, o un detalle comprar su propia casa a los
18, o una casualidad sacar un disco solista a los 22.
No se sienta a meditar en ese arco iris de realidades fantásticas que ya ocupó más de la mitad de su vida. Podría haberlo hecho, pero cuando lo intentó, le costó digerirlo: ya flotaba en el vértigo de la montaña rusa, apenas rompió el cascarón infantil. “En el secundario, cuando mis amigos estaban viendo qué iban a hacer, yo ya llevaba cinco años trabajando y cobrando un sueldo”, dice Lali, que al final de la entrevista con Cosmo, fruncirá el ceño cuando deba guardar su billetera y resignarse a aceptar la invitación.
Se planta firme, siempre. Pelo corto hace un año, actriz. Rubia ahora, cantante. “Es lo más radical que hice en la vida”. ¿Mañana? “Me pelaría”. Provoca. “No me importa nada”. Con semejante declaración de principios, no sorprende que antes de definirse “recontraexistencial” aparte el vaso de la mesa, sacuda la cabeza para adelante, deje al descubierto la nuca y muestre un tatuaje que decidió hacerse a los 16: “Es un símbolo japonés. GEI significa arte y expresión, tiene que ver con la danza y con el cuerpo. Me aseguré de que el significado fuera el correcto. Imaginate si me tatuaba algo que quería decir ‘precios bajos’”.
SOLAMENTE YONo se sienta a meditar en ese arco iris de realidades fantásticas que ya ocupó más de la mitad de su vida. Podría haberlo hecho, pero cuando lo intentó, le costó digerirlo: ya flotaba en el vértigo de la montaña rusa, apenas rompió el cascarón infantil. “En el secundario, cuando mis amigos estaban viendo qué iban a hacer, yo ya llevaba cinco años trabajando y cobrando un sueldo”, dice Lali, que al final de la entrevista con Cosmo, fruncirá el ceño cuando deba guardar su billetera y resignarse a aceptar la invitación.
Se planta firme, siempre. Pelo corto hace un año, actriz. Rubia ahora, cantante. “Es lo más radical que hice en la vida”. ¿Mañana? “Me pelaría”. Provoca. “No me importa nada”. Con semejante declaración de principios, no sorprende que antes de definirse “recontraexistencial” aparte el vaso de la mesa, sacuda la cabeza para adelante, deje al descubierto la nuca y muestre un tatuaje que decidió hacerse a los 16: “Es un símbolo japonés. GEI significa arte y expresión, tiene que ver con la danza y con el cuerpo. Me aseguré de que el significado fuera el correcto. Imaginate si me tatuaba algo que quería decir ‘precios bajos’”.
Dice que si hubiera podido, habría usurpado el cuerpo de Michael Jackson para gozar en sus zapatos durante un recital. Pero esa doble identidad deseada e ilusoria tiene su contracara en otra: la realidad-ficción de la vida cotidiana. En estos días, mientras recorre el país con su primer disco y su show “A bailar”, tiene la sensación de que le implantaron un padre: “Subo a un taxi y el señor de 60 años me dice ‘Ah, vos sos la hija de Adrián Suar’”.
Suar fue su padre en Solamente vos, la tira de tevé que despegó a Lali del público teen y la exhibió cada noche frente a amas de casa, mujeres independientes, universitarios, abuelos y taxistas de 60. “Ahora tengo fans más grandes que yo –se sorprende–. Eso es nuevo, porque antes eran todos chicos”.
Otra vuelta de tuerca. “Durante el último año, mi vida se redujo a responder una cosa: ‘¿Es copado Suar?’. Es la pregunta de mi vida”. Cosmo: ¿Y vos qué respondés? Lali: Yo duplico la apuesta. Cuando me encuentro con conocidos de Adrián, les pregunto: “¿Cómo anda mi papá?”.
Ficción y realidad como una trenza indivisible en su camino. ¿Y entonces? ¿Ella quién es? ¿Malena, de Rincón de luz? ¿Marianella, de Casi ángeles? ¿Abigail Williams, de Las brujas de Salem? ¿Daniela, de Solamente vos? Para el público fue todas, pero para papá Carlos, para mamá María Laura, para sus hermanos Ana Laura y Patricio, o para Chela, del almacén de la esquina de Parque Patricios, siempre será Lali, o a lo sumo, Mariana. En su cuenta de Instagram, se autodefine con dos palabras: “Soy Lali”. No tiene conflictos con quién es. No hace terapia –“No tengo tiempo”–. Se siente Beyoncé arriba del escenario, pero cuando baja repite que no puede vivir sin el asado familiar de los domingos. Lo explica mirando a los ojos: “Tengo claro quién soy en la vida y quiero seguir siendo real. Para eso busco mis momentos de soledad, que son mi salvavidas, porque mi trabajo es abrumador. Todo el tiempo tengo la mirada y la opinión del otro sobre mí. Si no, te ojeás, estás cansado y no sabés qué te pasa”.
BESOS Y VERSOS
El ancla está segura. Sabe Lali que su camino de éxitos empalaga, pero también sabe que le sobran argumentos para sentirse terrenal. “No creo en el destino. Creo que soy yo la que lo voy forjando con esfuerzo”, remarca, seria, antes de aflojarse con el abrazo del actor Carlos Belloso, que la ve desde otra mesa y se acerca a saludarla. Y así como durante mucho tiempo voló en una alfombra mágica que no manejaba, ahora llegó el tiempo de aterrizar y decidir. Por primera vez en su vida, le dan la posibilidad de elegir a su galán para una comedia familiar que hará en Pol-ka desde mitad de año. O, al menos, ya escuchan sus preferencias. “Yo tiré nombres: me quiero chapar a tal y tal. Pero como voy a hacer de monja, no creo que haya besos hasta el capítulo 140”. No revela gustos. Tampoco menciona a sus galanes en la vida real, su novio desde hace cuatro años Benjamín Amadeo, o su ex Peter Lanzani. Y se despreocupa de una cuestión central: la estatura. “Soy muy baja, pero se soluciona con tacos. Además, los galanes de la tele son bajitos. Fijate Adrián Suar, mi papá, ¡es un corcho!”. Pero Suar –en su rol de productor– ya lo pensó, e intentará que sea Benjamín Vicuña quien enamore a Lali en la ficción.
El amor afuera de la tele es otra cosa. “En una época de mucha fama, salí con alguien que quiso hacerse el que no sabía nada de mí. ‘¿Vos de qué trabajás?’, me dijo. Yo sabía que me conocía. Empezamos mal. Pero cuando te enamorás, te enamorás. Con Benja (Amadeo) somos tal para cual, Tauro y Libra, como un imán, en todo”.
C:En este caso, la diferencia evidente no es de altura, sino de edad. L: Nos llevamos bastante, ocho años. Él tiene 30. Pero no se nota.
C: ¿Se notaba más cuando empezaron a salir? L: Claro, yo tenía 18, y él, 26. Eso, a papá Carlitos le jodió. Y mucho. Rigor de ese padre –entrenador de fútbol– que a los ocho años no la dejaba jugar a la pelota con los varones en el club Bristol de Parque Patricios, cuando a ella le brillaban los ojos por el Kun Agüero. El padre que discutió con ella hace poco: “Fue mi llanto más reciente”, confiesa. “Pero lo adoro, tanto como a mi mamá. Ella me enseñó a esforzarme y a buscar desafíos”.
MATCH POINT C: Esos desafíos te hacen feliz. ¿El último tatuaje es un homenaje a eso? L: Me tatué “Happiness”, porque la alegría es mi estado natural. Y me tatuaría íntegra, pero voy a hacerme uno más, y basta. Mirá si en algún momento tengo que hacer un desnudo o una película de época, ¿qué carajo tiene que ver un dragón en la espalda?
C: Eso se llama prioridad laboral. ¿Te da miedo quedarte sin trabajo? L: Este trabajo te llena de miedos. Por eso me preparo por si alguna vez no me llama nadie. No me preocupa eso, confío en mí. Me decían que si me abría de Cris (Morena) no iba a conseguir más trabajo. Ya ves, es mentira.
C: ¿En qué momento se detiene a pensar una persona como vos, que vive a mil? L: A la noche. Amo la noche, no entiendo el día. No sé qué es esto de la luz. Reflexiono, charlo con amigos, tomo un trago. Hay algo de la noche que me atrapa. Ahí me descubro. Pienso algo y lo escribo. Pero al día siguiente, cuando lo leo, digo: “¿Qué es esto? Estoy enferma de la cabeza”.
C: ¿Qué fue lo último que escribiste? L: Lo tengo acá. No tenía ganas de levantarme de la cama y lo escribí en el teléfono. Escribí “Para qué nacemos”. Empecé bien y después me enojé: escribí que cada uno tiene un rol, pero terminé diciendo que no me juzgues si no me conocés. Me pregunto esas cosas, soy recontraexistencial.
C: Vos, ¿para qué naciste? L: No sé bien cómo decirlo, pero siento que soy un medio para comunicar. Sea lo que sea. Siento que puedo expresar cosas que otros no pueden decir.
“Expresar”, dice. Y su mente rebobina doce años. Recuerda cuando se enteró de un casting y su madre le dijo: “Ni loca”. Y fue igual, porque su hermana la llevó en colectivo, a escondidas. Y se perdieron. Y entró a un casting equivocado. Y respondió cualquier cosa. “Me fui enojada, insultando por lo bajo y sin saludar”. Pero ya les había dejado sus datos. Y una semana después llamaron a su casa. Y su madre no entendía nada. Y ahí empezó todo. Casi sin darse cuenta, como un juego.
AQUÍ, EL VIDEO DE UNA PRODUCCIÓN A PURO RITMO.
http://youtu.be/ZIoU8FSfN-g
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